sábado, 20 de febrero de 2010

La reforma de los empresarios

Noticia enviada por M. Carmen Lora Sánchez


Publicado el 21-12-2009 , por Miguel Valverde

Con una cierta melancolía el ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, suele reconocer que él no puede frenar el crecimiento del desempleo. “Yo no puedo crear puestos de trabajo”, dice el ministro plasmando que, en una economía de mercado como la nuestra, los principales promotores de la ocupación son los empresarios.
Claro que, como dice un profundo conocedor del diálogo social, si se tratase de un texto, bien podría decirse que la reflexión del ministro tiene una apostilla muy fácil: “En efecto, las administraciones ni pueden ni deben ser las principales creadoras de empleo, pero sí pueden generar y favorecer el marco legal y macroeconómico para facilitar la labor al sector privado. Y eso no lo ha hecho el actual Gobierno, puesto que no ha reformado el mercado de trabajo como demanda los empresarios”.
Con mucha frecuencia, desde CEOE, el Círculo de Empresarios, el Banco de España, los gabinetes privados de análisis económicos y, por supuesto, el FMI, la OCDE y la Comisión Europea, se demanda al Gobierno que haga una reforma laboral profunda, trasladando el mensaje de que ésta parece ser la única modificación que necesita la economía española para salir de la recesión, crear empleo y, en consecuencia, reducir la cifra de más de cuatro millones de parados. Incluso, es uno de los aspectos en los que más va a insistir la patronal en la Presidencia española de la Unión Europea, que tendrá lugar en el primer semestre del próximo año. CEOE se propone actuar como un grupo de presión en la UE buscando el apoyo de la organización empresarial Business Europea, que reúne a todas las patronales, para ver si, de una maldita vez, el Gobierno español se da por aludido.
En esta misma columna he reflejado la importancia de los empresarios para la sociedad española como generadores de actividad económica, de empleo y, en definitiva, de riqueza para España. Máxime, cuando el 95% del tejido productivo es pequeña y mediana empresa y, si me apuran, microempresa; inferior a veinticinco trabajadores. Es más, creo que éste es un hecho que, con el paso de los años, refleja que el riesgo de emprender poniendo en juego hasta el patrimonio personal ha calado en la sociedad española.
Sin embargo, también es verdad que algunos comportamientos del mercado reflejan que quedan muchas cosas por corregir en la relación de las empresas con la sociedad.
Por ejemplo, pasan las medidas y los debates sobre las regulaciones de distintos aspectos del mercado, pero, ni con el PP ni con el PSOE, el ciudadano encuentra las respuestas a las mismas preguntas. Es decir, ¿por qué, entre el campo y la venta pública, los precios de los alimentos pueden llegar a multiplicarse por cien? ¿Por qué la subida del petróleo se traslada con mayor rapidez al precio de la gasolina que el descenso? ¿Por que hay créditos hipotecarios cuya cuota mensual nunca bajará de determinado nivel, aunque el euribor continúe descendiendo? ¿Quién ha contribuido de manera irresponsable, durante años, a alimentar la burbuja inmobiliaria? o ¿Por qué la dificultad de darse de baja en una compañía telefónica es inversamente proporcional a la facilidad de darse de alta? No sigo haciendo preguntas para que ustedes no pierdan la atención, pero podría seguir con las tremendas diferencias que hay entre España y los países más avanzados de la UE sobre la conciliación de la vida laboral con la familiar o la siniestralidad en el trabajo.
Es más, estos hechos son los culpables de que, con la injusticia que comportan las generalizaciones, los ciudadanos tiendan a pensar que estos son los hábitos de trabajo de los empresarios y que, con una cierta frecuencia, en la conciencia social surja esa imagen de la que tanto se quejaba el que fuera presidente de CEOE, José María Cuevas, y que alguna que otra vez reflejan los geniales Forges y El Roto: el patrón vestido de negro, con un circunstancial sombrero y un exquisito habano, que exige una reducción salarial al currante.
Por todas estas razones, sería bueno que la profunda crisis ayudase también a las organizaciones empresariales a hacer un sano ejercicio de autocrítica. Eso sí que sería responsabilidad social corporativa.

Publicada originalmente en la siguiente dirección de internet:

http://www.expansion.com/2009/12/20/opinion/1261343852.html

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